El Tiempo en mi Cuerpo...
Es inevitable, el paso del tiempo va dejando huellas en nuestro cuerpo, tanto si hemos sido unos cuidadosos habitantes de aquella "casa", como si no. A medida que avanzamos en edad y vamos desarrollando nuestro conocimiento y las diversas habilidades, también vamos siendo partícipes de la edad en nuestros huesos, en nuestros músculos y en los diferentes órganos que conforman nuestro cuerpo.
Los encuentros con el espejo van intercalándose entre la sensación de orgullo por vernos guapos e irresistibles en algunas ocasiones y el amargo sabor que deja ver pliegues, grasa, o formas no deseadas. Ambas situaciones ocurren y ambas van jugando a ser protagonistas en la obra que es nuestra vida. Sin embargo, la decisión de dar a una u otra el papel primordial, siempre será nuestra.
La nostalgia hacia aquello que fuimos o llegamos a ser antaño, es un dulce recuerdo que enaltece el alma, pero puede convertirse en amargura si nos anclamos en ello sólo añorándolo y sufriendo por haberlo perdido. Esa constante fijación "ancla inamovible" en el pasado, no nos permite estar presentes en la actualidad, en el momento presente en que aún la sangre bombea por nuestras venas y arterias como una propuesta constante para el descubrimiento.
Consecuencia de lo anterior, surge el deseo o la necesidad imperante de "ponerse en forma" para combatir todos los "síntomas" del paso del tiempo. Sin embargo, decidir ejercitarse como requisito primordial, empezar a utilizar el ya famoso "tengo que" y adentrarse en una carrera a muerte contra el envejecimiento, pensando en recuperar aquello que algún día fuimos o tuvimos, solo es el primer gran error de una serie de errores. Y no es que esté mal plantearse metas respecto a la buena salud o la figura. El problema es convertirlo en el eje de nuestras actividades físicas saludables, sin pararnos un momento a sentirnos, a pensarnos:
¿Es realmente un cuerpo de medidas perfectas lo que queremos o es estar saludables? ¿Es realmente aprisionar la belleza física entre nuestros dedos lo que deseamos o es ser capaces de amar cada facción cambiante en nuestra vida?
Porque de la respuesta que demos a estas preguntas, depende que el ejercicio o cualquier actividad que elijamos realizar, se convierta en un disfrute o en un suplicio. El ejercicio, los movimientos aeróbicos y rítmicos, son una fuente inagotable de generación de endorfinas en el cerebro, las hormonas de la felicidad; estimulan el funcionamiento regular de todos los ciclos de nuestros órganos y, sobre todo, son un disparo fulminante al cortisol u hormona del estrés, generadora del mal humor, la preocupación. el pesimismo, las ganas de llorar, entre otras reacciones. No obstante, la decisión de pasar horas y horas agotándonos con múltiples movimientos que tal vez empezaron como una sana decisión, hace que éstos se vayan convirtiendo poco a poco en una obsesión y luego en un círculo vicioso que da como resultado todo lo contrario al estado saludable que buscábamos.
La imagen que vemos frente al espejo es nuestra y es el resultado de las decisiones que hemos tomado respecto a nuestro cuerpo y nuestro movimiento, a excepción por supuesto, de aquellas marcas congénitas o accidentales que estén y que no haya sido nuestra decisión que aparecieran. Sin embargo, hasta esas marcas somos nosotros, pertenecen a nuestra persona y sin ellas no seríamos lo que somos, aunque a veces causen dolor por no ser deseadas... Con ellas hay que reconciliarse, aceptar que están y dejar de esconderlas, llorarlas u odiarlas. Si permitimos que la madurez y el tiempo hagan su labor, aprenderemos incluso a sacar provecho de ellas, convirtiéndolas en anécdotas, en motivo de orgullo y hasta en buenos ingredientes para romper el hielo en la socialización.
La imagen en el espejo somos nosotros, es nuestra historia ante nuestros ojos, nuestra experiencia, todos nuestros logros, nuestros momentos difíciles, nuestras victorias y nuestras luchas. No hablo de fracasos, porque el continuar viviendo es ya la oportunidad para recuperarnos siempre y, por lo tanto, un borrador implacable de la sensación de haber perdido.
Esa imagen que vemos es nuestra vida corriendo por nuestras venas. ¿Qué hacemos, entonces?
¡Desaprender!, desaprendamos primero aquella imagen de perfección; desaprendamos el anhelo de aquellas medidas que tuvimos en el pasado o que tuvieron o tienen otros u otras y que hoy envidiamos; desaprendamos el ansia de aquello que fue o pudo ser, porque estamos en el ahora y en el ahora se Es. Seamos pues Protagonistas y luego de desaprender... ¡Aprendamos!, aprendamos a sonreir a la imagen del espejo; aprendamos a valorar las lineas de expresión que nos han dejado tantas risas y tantas lágrimas, pero sobre todo, tantas batallas libradas; aprendamos a aceptar las otras tallas, las otras medidas que han venido para quedarse y, ante todo, aprendamos a ser saludables, a buscar la generación de aquellas milagrosas endorfinas con un trabajo aeróbico regular, con un estiramiento que nos despierte y nos prepare para el movimiento de cada día. Vivamos con gratitud, en vez de con vergüenza o juzgamiento el cuerpo que nos permite movernos, comunicarnos y vivirnos. Así, veremos que la ansiada felicidad y la aclamada satisfacción respecto a nuestra imagen corporal, ya no serán expectativas huidizas, sino realidades que brotan de nosotros para el mundo.
CXDS